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Lo que muchos ciudadanos temían ya es una realidad. Las personas que buscan vivienda en grandes ciudades como Madrid y Barcelona lo tienen cada día más difícil. Por ejemplo, encontrar un piso para vivienda habitual dentro del anillo de la M30 en Madrid se ha convertido en toda una utopía. Alquilarlo fuera de ese anillo, en un gasto desproporcionado.
La capital registra precios desproporcionados y alcanza máximos históricos en el alquiler. Encontrar cualquier habitáculo, por pequeño que sea, por menos de 500 euros dentro del anillo de la M30 es, sencillamente, imposible. Pisos que hasta hace dos años se alquilaban por 450 euros y que hoy se cotizan a más de 800. Esa es la realidad que ha traído Airbnb a las dos mayores ciudades españolas. En Madrid, el precio del alquiler ha subido un 32% desde 2013.
Con Airbnb se puede sacar 3.000 euros al mes
La alerta salta al visitar una web como Airbnb Inside, una herramienta que analiza estadísticamente todas las opciones habitacionales que ofrece Airbnb al turismo. El dato asusta: En Madrid se ofrecen 16.313 opciones de alojamiento. De ellas, el 63% son pisos enteros, es decir, 10.338. Se aglutinan en el centro como una gran mancha roja, pero se expanden cada vez más hacia los barrios del extrarradio, donde más ha subido el precio del alquiler para primera vivienda.
El precio medio de estos apartamentos es, según la misma web, de 94 euros. La cuenta es sencilla: 94 euros por 30 noches, hacen un total de 2.820 euros mensuales. ¿Quién podría pagar ese desmesurado alquiler? En las zonas más alejadas del centro, se está pagando una media de 50 euros diarios por piso. En total: 1.500 euros mensuales. El problema es el mismo.
Y los arrendadores lo saben. Tanto que, tener un piso para alquilar en Madrid, se ha convertido en el chollo del año. De hecho, una rápida ojeada a Idealista.com, la web de búsqueda de viviendas para comprar y alquilar lo demuestra: Hay menos viviendas disponibles en Madrid para alquilar en esta web (9.706) que en Airbnb. Y las que hay han multiplicado el precio y se gestionan a través de inmobiliarias lo que supone, además de pagar fianza y poner varios meses en depósito, pagar una mordida a la inmobiliaria de un mes más.
En Barcelona, más de lo mismo
En Barcelona, los datos no son mucho más halagüeños. Airbnb ofrece 17.369 opciones habitacionales, si bien ‘solo’ el 50% son viviendas completas. En total, 8.762 pisos completos se ofrecen para alquiler turístico. En Idealista, la Ciudad Condal ofrece 8.661 viviendas, es decir, 100 menos que el portal destinado al alquiler turístico.
Control a distinto ritmo
Tras analizar estos datos y conocer el sentir de los ciudadanos que viven en ambas ciudades se entiende que haya crecido la turismofobia, especialmente en Barcelona. Quienes llevan años viviendo en un mismo barrio se ven ahora expulsados debido a que el alquiler se ha multiplicado y no lo pueden afrontar. A su vez, los propietarios han visto en esto un negocio, ilegal en muchos casos, y prefieren alquilar sus viviendas por días al turismo, aunque esto suponga problemas en su comunidad de vecinos o llevar a cabo una actividad irregular. Si bien es cierto, la mayoría de los pisos disponibles en Airbnb y plataformas similares se concentran en muy pocas manos, dando pie a entramados especulativos mucho más serios.
Aun así, ambos ayuntamientos están intentando controlar esta situación especuladora, pero a ritmos muy distintos. En Barcelona llevan años poniéndole freno: se aprobó una tasa turística y después una ley que obliga a los propietarios de pisos turísticos a tener un número de registro a tal fin. En Madrid, todavía es una medida en estudio. A su vez, el gobierno de Ada Colau realiza inspecciones masivas para detectar pisos ilegales e imponer sanciones. Ya se han cerrado más de 2.300 pisos. En Madrid, el Ayuntamiento de Carmena solo ha amenazado con sancionar, pero no ha ejecutado ninguna.
De lo que no cabe duda es de que la situación es insostenible para ambas ciudades y, sobre todo, para las personas que las habitan, sin olvidar como este turismo masivo hacia Airbnb está perjudicando al alojamiento regulado, que no está beneficiándose del aumento del turismo como supuestamente debería hacerlo.
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