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Hoteleros piden una "normativa proporcional" para alquiler vacacional

La turismofobia y la gentrificación fueron los temas estrella de la mesa redonda que cerró  la primera edición de Guest Madrid. Si bien es cierto, poco se abordó en ambos temas, puesto que el debate viró hacia el alquiler vacacional y sus consecuencias.  
Antonio Pérez, alcalde de Benidorm, Juan Molas, presidente de la CEHAT y Gabriel García, presidente de la AEHM fueron los protagonistas de un debate donde se percibió la ruptura que existe actualmente entre el sector hotelero y el de las viviendas de uso turístico. 
El encuentro comenzó con moderación. Juan Molas llegó a decir incluso que «no hay culpables» en cuanto a la turismofobia, si bien asumió que las administraciones públicas «tienen responsabilidad». Asumió que el mundo ha cambiado y que quizá el sector no ha sabido transmitir «la necesidad de lo que es el turismo y de lo que aporta social y económicamente a nuestro país y a todo el mundo».
El objetivo se sitúa por tanto en saber encontrar el equilibrio entre residentes y turistas, especialmente en las ciudades donde el turismo ha aumentado exponencialmente, al mismo ritmo que crecían los apartamentos disponibles para alquiler vacacional.

Benidorm como ejemplo de crecimiento

A la moderación primera de Molas, continuó el buen hacer del alcalde de Benidorm, Antonio Pérez, cuya ciudad fue expuesta como ejemplo de convivencia, donde una población censada de 66.000 habitantes convive con un turismo que la duplica diariamente y que, en momentos puntuales del año, casi la quintuplica. «Pero es que esta ciudad urbanísticamente es acogedora, puesto que vive del turismo», abría el alcalde.
La ciudad costera alicantina decidió, allá por los años 50 del siglo pasado, que la agricultura no podía seguir siendo su medio de vida. Con apenas 3.000 habitantes censados en esa época, decidió apostar por el turismo y por levantar una ciudad vertical y sostenible. A día de hoy, muchas familias locales gestionan los más de cien hoteles que hay en la ciudad, con muy pocas cadenas, y que sobreviven gracias a un turismo desestacionalizado que visita sus playas durante todo el año.
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Primer ataque al alquiler vacacional

Entró entonces en escena Gabriel García, presidente de la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid. Y se acabaron las medias tintas. «Hay que analizar el porqué de esta situación. Las causas son dos: El auge de la economía colaborativa y la competencia desleal que ejerce«, aventuró. Y puso el ejemplo de Madrid: «Solo en un año hemos pasado de 10.00 a 20.000 pisos en alquiler turístico», exclamó.
En la ponencia del martes sobre alquiler vacacional,  Chema González, CEO de Alterhome.es, decía que era normal el ataque del sector hotelero, porque «a nadie le gusta compartir el pastel«. Para Gabriel, el problema es otro. «Yo quiero que la tarta crezca. La competencia no me preocupa, lo que me preocupa es que no todos estemos en las mismas condiciones«, alegaba. Y es cierto. Benidorm no ha tenido estos problemas porque está pensada y diseñada para ello. Pero Madrid y Barcelona no. «La gente ha aprovechado la crisis para buscar rentabilidad a sus viviendas. Eso no lo veo mal en un momento puntual. El problema es quien ha aprovechado esa situación para montar un negocio al albur de la picaresca», añadía Gabriel. «No hay control ni se les exige, ni siquiera tienen un extintor, cuando en los hoteles hasta los tejidos han de ser ignífugos y controlados por la administración», espetaba.
Tras la intervención de Gabriel, volvió a intervenir Molas. «Gracias a las nuevas tecnologías hay más facilidad para encontrar viviendas turísticas ilegales, porque esto es un negocio ilegal, no colaborativo», aseveraba. Todos coincidían en que el auge de este negocio del alquiler de viviendas para uso turístico había llegado con el fin del boom de la construcción. Bien porque había miles de viviendas sin vender, bien porque quienes habían adquirido una segunda vivienda no podían pagar la hipoteca y se decantaban por el alquiler. «Este parque de viviendas ha ido a parar al mercado turístico ilegal y ha abierto los ojos a los inversores que se han lanzado también a ese sector», concluía Molas.

«El alojamiento no hace ciudad»

Para el alcalde de Benidorm, uno de los aspectos más a tener en cuenta del alquiler vacacional es que «no hace ciudad, no hace sociedad». Y expone que no siempre se puede ir al tema de los impuestos. «Si digo que es porque no pagan como el resto, me dirán que ya estoy pidiendo dinero. No es eso. A mí, el alquiler vacacional me genera inseguridad, además de que lleva a turistas a enclaves de la ciudad que no están preparados para atenderles con calidad», manifestaba.
A esto hay que sumar el encarecimiento de los pisos destinados al alquiler para vivir. «La gente ha tenido que mudarse de barrio. Hay barrios como Lavapiés o Malasaña que han perdido el carácter de ciudad», señalaba Gabriel García. Algo que también está cambiando el perfil de la ciudad, «pues, como consecuencia, el comercio tradicional de toda la vida se va«. De hecho, esto es como el gato que se muerde la cola. Pues una ciudad como Madrid, vende como experiencia el hecho de conocer la ciudad, de vivirla, como urbe castellana y autóctona de la España más arraigada. Sin embargo, se está convirtiendo en una ciudad temática. «Vamos a terminar expulsando al turista», matizaba Gabriel que, a su vez, exigía «una regulación con sentido común para el alquiler vacacional, en defensa del consumidor».
Los hoteles, a día de hoy, han de cumplir cientos de normas para poder abrir sus puertas. «Me parece normal tener que adaptar mis hoteles a las nuevas directivas y normativas europeas; pero lo que no tiene sentido es dejar de pronto de pensar en el huésped si se alojan en un piso de uso turístico», comentaba Gabriel.
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¿Cuál es la solución?

Muchos modelos se mencionaron a la hora de mostrar soluciones para poner freno al crecimiento masivo del alquiler turístico. Nueva York ha prohibido alquilar apartamentos por menos de 30 días. San Francisco multa a las plataformas que acojan alojamientos ilegales (sin licencia ni registro) con 1.000 euros diarios por vivienda no regulada. Ámsterdam o París han reducido también el número de pernoctaciones anuales que pueden acoger las viviendas.
«Hay que exigir a las plataformas digitales (como Airbnb) a que la vivienda que publiquen sea legal y esté registrada«, aseguraba Gabriel, quien matizaba que queremos «normas proporcionales», ni siquiera que cumplan «la misma normativa que un hotel», pero sí que se aprueben unas normas en proporción al tipo de negocio.

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